Disgresiones varias y apagones en un post de domingo tardío
Mañana es lunes y quizás este post te puede alegrar las últimas horas del día
Este correo será una disgresión absoluta, tengo mil temas de los que hablar y pocas ganas de tener un hilo conductor o, quizá, lo conductor sea lo fragmentario. También puedo excusarme con que soy mujer y que somos personas con ciclicidades que no solo afectan nuestro cuerpo sino también, nuestra psique.
Esta semana viví un nuevo apagón. En España y si fuera poco, lo viví con mi prima que -venezolana como yo- estaba de visita. La sensación fue la misma cuando me quedé sin señal mientras chateaba con mi amiga MM a la salida de mi rehabilitación del hombro: sorpresa previa a la incertidumbre.
Cuando le escribí “aquí se acaba de ir la luz” y ella me decía que se había quedado sin Wifi, me dijo en joda: “Venezuela, is that you?” Ya sabemos cómo terminó. Nada de lo que pasó después me sorprendía, quizás a los españoles sí, pero la incertidumbre de mi prima y la mía al llegar a casa era la misma: ese recuerdo asqueroso del trauma vivido. Aunque ella vivió el gran apagón de cinco días sin luz en 2019 en Venezuela, yo viví los primeros que se generaron en el país -en donde nos quedabamos además sin agua- y ambas conectamos con ese pensamiento mientras nos mentíamos al decir que no estábamos ansiosas. El resultado: comimos como tres veces o más en 12 horas, nos servimos un ron mientras comíamos cereal con leche -empacho absoluto- y jugamos Uno para confirmar, dentro de nuestra autonegación, que intentabamos sacar el trauma de la mente.
Con menos trauma pero con diferente ansiedad, vi a varios autores firmando en Sant Jordi hace una semana. Las costuras siempre se notan: te fijas en el acelere, en cómo realmente no están prestando atención a lo que dices -lo usual en este medio, a menos que tengas escote-, o en cómo están mirando a varios sitios a la vez porque no logran aguantar la mirada del otro. El capitalismo del libro es lo más usual en Sant Jordi/Día del libro, aunque hay que aceptar que siempre es peor un mal libro, que un autor ansioso. PD. Sigo recomendado el libro de mi querida Bea García Guirado por si no lo compraron en Sant Jordi. Aquí mi reseña.
Cambiando de tema, esta semana tenía que entregar un portal digital que ha tenido tantos cambios que ya no me daba la cabeza para revisarlo. Al cambio número 30 piensas que está bien lo que te ha pasado alguien de tu equipo y que ya ha hecho unas 50 veces antes, pero resulta que vuelve a estar mal. Nadie habla del burn out de los proyectos con múltiples cambios por falta de organización previa. Recuerdo, hace muchos años atrás, cuando trabajé con una agencia que empezaba a cobrar una tarifa mayor a partir del quinto cambio de diseño o de maquetación. He querido implementarlo, pero si haces eso en España dirían que eres un producto manager problemático o que no te sabes concentrar y, por tanto, no te van a contratar.
Continuando con los temas laborales, el miércoles pude leer en El País un artículo donde se desmenuzaba un estudio en el que los trabajadores encuestados preferían que se les bajara el sueldo a tener que trabajar bajo presión o sin propósito alguno. Pensé que la directora de la Red Eléctrica de España no sitio presión alguna porque salió al tercer día a dar parte por el apagón. (Emoticón de WTF?)
Esto último me recuerda que el periodismo siempre busca la desvelar la verdad y lo real, mientras que la literatura siempre se regodea de la mentira, lo falso y la imaginación, espacios o manifestaciones en donde no están en la realidad ni ¿lo verdadero? -esto último podemos debatirlo- y quizás deberíamos empezar a jugar bajo los términos de la mentira en el siglo XXI, ya que es un valor muy propio para ser mucho más estratégicos para poder aguantar en este siglo.
La semana que viene o la siguiente espero traer un juego, ejercicio de lectura. Ya dirán, qué ridiculez es esta, o qué mentira se está inventado, ¿realmente lo hará?, pero creo que podría ser divertido. Stay tuned!
P.D. Incluí la canción de Bad Bunny, Una velita, porque narra lo que sucede con los huracanes que azotan Puerto Rico y porque me recuerda vívidamente lo que se vivió en Venezuela en 1999 en el deslave de Vargas donde murieron cerca de 3000 personas. Mi querido amigo Freddy Gonçalves tiene un libro que se titula María Diluvio, donde se narra esta tragedia nacional desde los ojos de una niña que sabe que va a llover porque se le pone caliente la nariz.