Domingo de resurrección de la amistad
Explorando esta vaina con un primer post, no me pidan coherencia
Hoy es domingo de resurrección y empiezo esto. ¿Será que maduré y ya no le tengo miedo a empezar un proyecto nuevo como lo hacía a mis 20 o a mis 30? No sé si en este espacio haré una especie de cartas como las que le escribía mis amigos cuando llegué a vivir a Barcelona y conocía a muy poca gente. Un ejercicio que era bonito y exhibicionista. Hoy casi dieciséis años después conozco a más gente porque muchos de mis amigos emigraron igual que yo y, en cambio, las redes sociales le quitaron el puesto al formato correo electrónico / carta, por lo que hemos perdido un poco eso de confesar, de conversar como una especie de misterio, de secreto que saben unas pocas personas. Ese lenguaje sagrado donde unos pocos conocen verdaderamente tu vida. (Autobombo: publiqué sobre esto en dos artículos esta semana, aquí uno y otro)
En fin, es domingo de resurrección y esta semana santa (¿se escriben con mayúscula las S de semana santa?) estuve en Glasgow. Fui a visitar a mi mejor amiga que vive en Reino Unido después de haberse ido de Barcelona. En principio habíamos elegido Glasgow porque ella quería conocer Escocia y yo quería ir a una parte donde se hubiese filmado la serie Shetland sin tener que ir a Shetland. Nada emocionante, solo hacer lo que siempre hacemos, conversar por todo el tiempo en que no nos hemos visto, comer, beber y entendernos desde la no distancia, donde ese lenguaje sagrado pasa a la experimentación empírica.
Acaso los amigos más cercanos, esos a los que te confiesas ¿no son como una deidad? Le rindes tributos -piensen en los cumpleaños-, le cuentas cosas que a otros no les contarías, recuerdas momentos de tu historia “amiguil”, te ríes o te sacan la piedra a veces -te desesperan- porque no cumplen con la promesa. En el caso de mi amiga M y yo, nuestra amistad es casi como una hermandad. Ambas somos hijas únicas y nuestras desigualdades son entendidas por la otra y haciendo de coach sin llegar a la dependencia. M me hace recordar mi deseo creador, ese del que siempre he dudado, y también de mi deseo en general. (Debo recordar que ha hecho que me gustaran ciertos hombres cuando en realidad no me llegarían a gustar, quizás tiene demasiada influencia, jejeje). En cambio, yo le aupo a ella lo mismo, le hago ver sus puntos creativos, entiendo sus límites o le elimino alguna paranoia sin invalidar lo que siente.
Hace poco leí el nuevo ensayo de Marina Garcés, La pasión de los extraños. Lo más interesante del libro -a mi parecer- es que la amistad es un vínculo sin institución. Esa libertad de la amistad, que siempre manoseamos porque le exigimos mucho o nada, es lo interesante de la amistad en sí misma.
Pienso esto en un domingo de resurrección porque quiero creer que lo sagrado está siempre cerca y le doy gracias a M por tantos años sin necesidad de explicarnos demasiado o, de explicarnos de más, sin que sea un problema. ¿Qué es sagrado para ustedes? o ¿Qué es la amistad para ustedes?
P.D. Espero comprometerme con esto, pero no prometo nada, echémosle la culpa a la carta astral, soy géminis.
¡Sí!