Cada día intentamos ser más originales, diferenciarnos de los demás, ser auténticos. Sin embargo, con la llegada de la era digital, no hay nada más plano que todo lo que vemos dentro de las redes sociales. No lo digo como un juicio hacia los demás; yo también caigo en la automatización de mí misma bajo la tendencia que esté de moda en el mercado.
Ahora somos más de vídeos, algo de audio y poco de foto fija. Nuestra necesidad de estímulos ha dejado la fotografía un tanto aparcada. Perseguimos la foto, el selfi, ese dejo de identidad en un sitio supuestamente único -basta ya de los selfies en Santorini-, pero no es la fotografía, el selfi en sí lo que el mercado nos demanda.
La escritora coreana Won-Pyung Sohn, en su nueva novela Contraataque a los 30 (Temas de Hoy, 2025), dice algo que me pareció muy certero en el primer capítulo del libro:
«La era de las personas normales y corrientes aún no ha llegado. En lugar de eso, vivimos en un mundo en el que, a pesar de que tenemos que agachar la cabeza frente a las tendencias dominantes y seguirlas, a la vez necesitamos gritar con todo el cuerpo y utilizar cualquier medio a nuestro alcance para decir que somos muy especiales y diferentes del resto y que, por favor, nos presten atención».
Cada día somos más masa que individuo. Muchas veces intento cerrar mis redes, pero el FOMO me lleva cegada, o pienso: ¿qué pasará si dejo esto?, ¿cómo haré visible lo que escribo? ¿Seré invisible? Más allá de la necesidad de atención y de visibilidad, lo que más me preocupa es la homogeneización de lo que quiero intentar escribir, fotografiar o crear.
Muchas veces pienso que estamos entrenando el ojo para lo habitual y no para lo extraordinario, para un matrimonio de 40 años aburrido que sube fotos clásicas a Instagram, en vez de una relación que va creciendo y descubriéndose entre bajos y altos bemoles.
Me preocupa que nuestro cerebro se esté atrofiando y que seamos una tendencia más, como el poke que se usaba en Facebook y ya ni siquiera existe porque no funcionó, o el zumbido de Messenger que enviabas cuando alguien no respondía rápido en el chat.
¿Estamos entrenando el ojo para recibir lo que buscamos o para sorprendernos con algo nuevo?
Hace dos años sufrí un episodio de diplopia mientras estaba en una reunión de trabajo. Me asusté pensando que era una parálisis cerebral. Resumiendo el horror, terminó siendo un problema de estrés y falta de movimiento de los músculos de mis ojos, que se habían vuelto perezosos, y eso, ahora que lo pienso, tiene que ver con las pantallas, esas con las que trabajo 24/7 y que solo te hacen ver en una dirección: hacia adelante, cual caballo con gríngolas.
Lo peor de esto es que, habiendo tenido este episodio, aún sigo trabajando igual, porque no hay de otra en esta época. Tomo ciertas pausas, pero intento menear el ojo la mayor parte de mi fin de semana. Entonces, si la mayor parte de la búsqueda de un fotógrafo es mover sus músculos oculares para lograr captar o representar con una cámara instantes extraordinarios, teniendo una mirada atenta, ¿qué pasa si, el cualquier otra búsqueda creativa y no solo en el área fotográfica, no estamos en esa búsqueda? ¿Hacemos todo en formato cuadrado o vertical y vemos solo hacia adelante, al frente? ¿No es acaso esto un retroceso en nuestra capacidad ocular e imaginativa?
Actualmente no solo nosotros y los animales observamos, también podemos ser observados por máquinas y en específico, por cámaras de vigilancia: ¿es que acaso estamos cediendo nuestra mirada a una mirada superior, a una mirada dronizada como diría el fotógrafo español Joan Fontcuberta?
En su último ensayo titulado Desbordando el espejo. La fotografía, de la alquimia al algoritmo (Galaxia Gutenberg, 2024), Fontcuberta nos recuerda un principio de la fotografía que ahora tiene mucho más sentido político que el de simplemente un encuadre:
«Mirar hacia abajo, pues, no solo implica una relación de posición y distancia; también supone al gigante imponiéndose al enano, y no se trata tanto de una cuestión de tamaño como de jerarquía: estar arriba es tener poder».
¿Qué tanto estamos viendo solo hacia abajo o solo hacia el frente? ¿Qué tanto estamos dejando de ver a los lados, arriba, con un solo ojo, en la oscuridad absoluta o intentando encontrar formas con calima o bajo un sol enceguecedor? ¿Qué tanto nos hemos acostumbrado a no mover los ojos y a idear / crear / ver nuestras creaciones bajo una máquina a la que todos tenemos acceso con la misma marca y modelo?
Nos hemos querido ver mucho al espejo, pero no estamos -estoy- viendo lo que está en los bordes, donde brota el verdadero petróleo. Meneemos el ojo como quien baila un merengue.
Puerto Rico y Venezuela en los 90 sabían menear todo, en especial Lisa M.
Este texto lo inspiró un simple comentario de Whatsapp mientras conversaba con Mariana Sequera, filósofa, artista y mi mejor amiga y, a su madre, Josune Dorronsoro, quien fuese en vida la curadora del Museo de Bellas Artes de Caracas.
A Daniel Mariani, que cada uno de sus relatos en Substack me hacen pensar cómo puedo hacer para escribir un texto tan bueno y tan imaginativo como el que él ha escrito. ¡Ojalá yo escribiera ficción!
Autobombo y recomendaciones
Tengo varios textos escritos y publicados en medios que me gustaría presentarles:
Un perfil sobre el fallecido merenguero dominicano Rubby Pérez titulado: El tenor del merengue moderno. Su muerte este año nos ha recordado cuánto nos divertimos en nuestra infancia y adolescencia y cuanto se divirtieron nuestros padres en bodas. Un perfil que me costó escribir y del que estoy muy contenta
Por mi cumple -tarde pero seguro, lo entregué como en marzo-, se publicó la reseña del libro Condenados a escribir (Impedimenta, 2025) de la escritora italiana Daria Galateria, donde nos encontramos un recorrido por las vidas de escritores que, entre rejas, hallaron en la escritura una vía de escape, una forma de supervivencia y, en algunos casos, la reafirmación de su identidad creativa.
Entrevista con la escritora y poeta argentina, María Negroni. Gustazo siempre hablar con ella y su nuevo libro Colección Permanente (Random House, 2025)
En Fierce by Mitu publiqué un artículo en inglés sobre las referencias musicales del nuevo disco de Karol G, Tropicoqueta, donde su nuevo single Papacito, nos recuerda los merengues de Los Melódicos con Diveana cantando. (Gracias por el espacio Yiyi)
Me encantó este texto. Como te pasa con Dani (que a mí también me pasa) este texto me dio ganas de escribir 💚. Gracias 🫂